sábado, 26 de noviembre de 2011

Primer figura del tiempo de Adviento: El profeta Isaías


UNA FIGURA DE LA ESPERA: ISAÍAS
La elección de las lecturas de Adviento nos ha puesto en frecuente contacto con Isaías. Conviene reflexionar un poco sobre su personalidad.
Los textos evangélicos no dicen nada de la personalidad del profeta Isaías, pero le citan. Incluso podemos decir que, a menudo, se le adivina presente en el pensamiento y hasta en las palabras de Cristo. 

Es el profeta por excelencia del tiempo de la espera; está asombrosamente cercano, es de los nuestros, de hoy. Lo está por su deseo de liberación, su deseo de lo absoluto de Dios; lo es en la lógica bravura de toda su vida que es lucha y combate; lo es hasta en su arte literario, en el que nuestro siglo vuelve a encontrar su gusto por la imagen desnuda pero fuerte hasta la crudeza. Es uno de esos violentos a los que les es prometido por Cristo el Reino. Todo debe ceder ante este visionario, emocionado por el esplendor futuro del Reino de Dios que se inaugura con la venida de un Príncipe de paz y justicia. Encontramos en Isaías ese poder tranquilo e inquebrantable del que está poseído por el Espíritu que anuncia, sin otra alternativa y como pesándole lo que le dicta el Señor.

Isaías vivió en una época de esplendor y prosperidad. Rara vez los reinos de Judá y Samaría habían conocido tal optimismo y su posición política les permite ambiciosos sueños. Su religiosidad atribuye a Dios su fortuna política y su religión espera de él nuevos éxitos. En medio de este frágil paraíso, Isaías va a erguirse valerosamente y a cumplir con su misión: mostrar a su pueblo la ruina que le espera por su negligencia.

Perteneciente sin duda a la aristocracia de Jerusalén, alimentado por la literatura de sus predecesores, sobre todo Amós y Oseas, Isaías prevé como ellos, inspirado por su Dios, lo que será la historia de su país. Superando la situación presente en la que se entremezclan cobardías y compromisos, ve el castigo futuro que enderezará los caminos tortuosos.


Figura atractiva esta de Isaías, penetrado por la grandeza de su Dios, convencido de su intervención continua en la creación. Irrupción histórica de Dios, circunstanciada, contemporánea, pero anunciando una intervención mayor, el advenimiento del Mesías. Este nacerá de una mujer y se introducirá así en la dinastía de David, tal como San Mateo nos la presenta al comienzo de su evangelio. Pero el advenimiento del Mesías no señala un límite; a través de él, Isaías hace que miremos hacia el día de Yahvé, día definitivo, terrible, pero día de justicia y paz, en el que el mundo se encontrará reconstruido en el orden y la unidad.
De este modo, volvemos a encontrar en Isaías las dos grandes perspectivas del Adviento.

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